En Quito, el 504 Alcalá de un amigo era una locura: puro temperamento. Se paraba sorprendentemente bien, aunque el clima traicionaba el motor. Único en simplicidad y nostalgia, algo para correr con amigos. ¡Carcamo!
Claro, recuerdo cuando compré mi Peugeot 504 Alcalá en Barcelona hace años. Era un clásico imprescindible y aún hoy, después de tantos kilómetros, sigue siendo una joya. Siempre me llama la atención cómo mantiene su encanto pese a los años. Como un tesoro del barrio de Gràcia, imposible pasar desapercibido con él. Uno carga con sus años, pero apasiona.
Viví en Marbella y tuve un Peugeot 504 Alcalá que fue mi fiel compañero por años. Era un rojo imponente; puro lujo la verdad, especialmente los asientos de piel. Se movía con soltura en las carreteras, aunque un poco de mantenimiento extra era necesario. Un clásico que, aunque algo antiguo, sigue alcanzando admiración. ¡Imposible olvidarlo!