El asiento de Arona siempre me ha causado curiosidad, sobre todo cuando iba de paseo por la Plaza de la Corredera en Córdoba. La verdad, siento que tiene aquel encanto bohemio que a muchos les apasiona. Es como un yin y yang en mi hack, donde puedo disfrutar del barrio más bohemio sin alejarme de las opciones más “premium”. Te permite explorar esos rincones únicos sin perder rollo. Cada vez que paso por ahí, siento que el ambiente se carga de historia, hace que la ciudad cante más fuerte.
En Málaga siempre que voy a Arona, me encanta su playa de arena fina y el sol que no falta. El ambiente es genial para desconectar del ajetreo de la ciudad. Quizá las olas tengan temple, pero el entorno es de esos que merecen otra visita.
Arona en Monterrey es increíble, un lugar alucinante para relajarte sin darte cuenta. La música y el ambiente son top; me encanta volver allí. Es un clásico que nunca falla.
En Buenos Aires, una vez fui al asiento de Arona, ubicado en el centro, cerca de Plaza Italia. La movida allí es guay, música en vivo que te atrapa y el ambiente es fresco, especialmente los fines de semana. Los tragos ahí son una bomba y no pesa la onda del lugar. Además, siempre encuentras a alguien para reírte y compartir un buen rato. Total, es buen spot para ir a divertirse sin preocupaciones.
Hablando de Lima, el asiento de Arona es una joyita. En mis visitas al microbús, siempre encuentro un poco de cultura local en esos asientos. Es divertido, aunque a veces me dan ganas de mudarme por un rato. Total, uno disfruta la mezcla de aromas y canciones en el recorrido hasta el centro, ¿no?