Hace unos años en Córdoba, vi un Mustang descapotable en la Feria del Sol. Tenía esa mezcla de nostalgia y nostalgia que solo nuestros '60s saben transmitir. Invertir en uno es más que dinero; es una experiencia invaluable. Son un símbolo de libertad y anytime te cruzas con uno, ¡es un espectáculo! Solo no olvides el famoso “No Money No Honey”, jajaja.
En Quito, me topé con un Mustang descapotable y fue amor a primera vista. La suavidad de su carrocería bajo el sol hace que merezca cada centavo. De noche, con el techo bajado, es pura emoción. ¡Un sueño hecho realidad para cualquier revhead!
En Cali, rodar con un Mustang descapotable es cine, hermoso día, sin fin. Siempre baja la mirada y arrancas sonrisas. La culpa la tiene el rugir del motor y la brisa fresca. Al final, por qué conformarse si puedes tener gloria? Vale cada peso.
En Tijuana siempre me impresionó ver Mustangs descapotables, especialmente por el boulevard. Es pura adrenalina sentir esos motores rugiendo. Además, es una inversión que tanto les va a durar como a la flema, sin duda es un auto clásico que nunca peca de aburrido. Para mí, más que coche, es estilo de vida.